Homilía sobre la Sepultura del Divino Cuerpo del Señor (VI)

Introducción
 
Nos encontramos con un fragmento altamente elaborado, que juega con la consideración mística de dos momentos capitales de la vida de Jesucristo: los momentos de su Encarnación y Nacimiento e Infancia por un lado, y la sepultura y resurrección postmortal por otro.
 
No es un discurso fácil de traducir en este punto, ni es sencillo alcanzar el sentido que desea comunicar Pseudo-Epifanio. Juega con palabras compuestas ex novo a partir de combinatoria propia de la retórica helénica, dejando un regusto de bella oratoria, si bien poco atenta a la sencillez de la expresión, dando paso más bien a un vocabulario complejo.
 
Con todo, debemos indicar que tanto la idea como el esquema básico son sencillos. En cuanto al esquema nos tenemos:
 
a.) Introducción de la idea que desarrollará (el doble Parto de Cristo: nacer y resucitar).
b.) Desarrollo por medio de dobletes de ambos misterios.
c.) Advertencia parenética: este contenido predicado se debe acoger con fe cristiana.
d.) Conclusión de la perícopa.
 
Y en cuanto a la idea bíblica, el autor expone cómo en la Persona de Cristo, las escenas de su vida forman parte de una Unidad económica. En Cristo, tanto el seno virginal de María; José de Nazaret, el pesebre, los pastores y los ángeles que desarrollan un papel importante en la manifestación de la humanidad de Cristo Dios, tienen su profunda relación en el orden de la fe con los ángeles propios de la Resurrección; el sepulcro, María Magdalena y el propio Dios Padre. A modo de curiosidad –que quizá posteriormente podemos estudiar– notamos la ausencia del Espíritu Santo en la homilía.
 
En definitiva, con el uso de frases breves y por medio de parejas relaciona los primeros instantes de Cristo en la tierra con los primeros «instantes» de la manifestación de Cristo glorioso cuando resucita.
 
Prosigue el Sermón atribuido a San Epifanio de Chipre sobre el Grande y Santo Sábado (sección III).
 
Escucha expresamente las obras de dicho doble Parto, y aplaude [estas] maravillas. Un ángel había anunciado el Evangelio a María, la Madre de Cristo, el nacimiento de Cristo. Un ángel había anunciado a María Magdalena el Evangelio del renacimiento de Cristo del sepulcro.
 
De noche Cristo nace en Belén;
una vez más de noche en Sión renace de entre los muertos.
 
En una cueva de entre la piedra, allí mismo, Cristo había nacido;
también en una cueva de entre la piedra, allí, Cristo renace.
 
Pañales recibe al nacer,
y con paños allí mismo es envuelto [en el sepulcro].
 
Recibió, al nacer, mirra,
y mirra también en el sepulcro –junto con áloe– toma.
 
Allí estaba José, el esposo que no fecundó a María;
y aquí estaba José de Arimatea.
 
En Belén, en un pesebre, [tuvo lugar] el nacimiento;
también en un sepulcro, como en un pesebre, el «lugar» [de la sepultura] (cf. Mt 28,6).
 
Los primeros pastores anunciaron el Evangelio del nacimiento de Cristo,
también [fueron] los primeros de todos los pastores los discípulos de Cristo en evangelizar el renacimiento de Cristo de entre los muertos.
 
Allí «Alégrate» gritó el ángel a la Virgen;
aquí: «Alegraos», gritó el Ángel del Gran Consejo, Cristo, a las mujeres (cf. Is 9,5; Mt 28,9).
 
En el primer nacimiento, Cristo entró, después de cuarenta días en la Jerusalén terrenal, en el Templo, y entró cual Primogénito con un par de tórtolas para Dios (cf. Lc 2,24);
también en su renacer de entre los muertos, Cristo, después de cuarenta días, subió a la Jerusalén de arriba –de donde no se separó– al auténtico Lugar Santísimo, como Primogénito incorrupto de entre los muertos, e ingresó al Dios y Padre con dos tórtolas inmaculadas: el alma suya y el cuerpo nuestro.
 
Á este lo recibió, cual Simeón (cf. Lc 2,25), el Anciano de días (cf. Dn 7,9.13), Dios Padre, en sus brazos (cf. Lc 2,28), en su propio seno indescriptible.
 
Si escuchas estos como si fuese un invento y no con fe, [te] acusarán los sellos indisociables de la memoria dominical del resurgimiento de Cristo.
 
Como Cristo naciera de una Virgen,  estando sellada la entrada de su seno totalmente intacto, propio de una naturaleza virginal, así fue obrado el renacimiento de Cristo estando los sellos del sepulcro.

Marcos Aceituno Donoso